El jueves 15 los pequeños, Jorge y Máximo iban al Jardín Botánico. Entonces nosotros fuimos al Museo de la Minería.
El MUMI está en El Entrego, en San Martín del rey Aurelio.
Dani, Alba y yo fuimos a la escuela a las nueve menos cuarto. Nos llevó la madre de Dani hasta la estación de R.E.N.F.E. Tomás fue solo.
Cuando llegamos todos, Ele, la amiga de Maite, sacó los billetes que eran combinados de viaje en tren y entrada al museo. Maite nos había dicho que eran 4 € cada uno, pero fue 4´70 € cada uno.
Luego entramos en el tren, era moderno, largo, de unos cuatro o cinco vagones. Era de color rojo y tenía unos asientos duros. Tenía unas pantallas donde decía cuántas paradas nos faltaban, por dónde estábamos y publicidad de R.E.N.F.E. Cuando nos acercábamos a una estación sonaba un aviso. Se veía la cabina del conductor, porque tenía las puertas de cristal. Lo último que tenía era un cuarto de baño, que tenía dos botones para cerrar y abrir, un pestillo, que se parecía a un asa de abrir la puerta. Dentro había un inodoro y para lavarse las manos.
En el tren estuvimos pintando Tomás, Dani y yo. Pasó el tiempo y Maite nos dio unas hojas que trataban del carbón. Las estuvimos leyendo y luego nos pusimos a comer el pincho de por la mañana. Yo me comí uno de jamón y bebí un poco de Powerade. Desde el tren vimos muchos animales y el río Nalón.
Y de repente suena ¡¡ Din, don, din, próxima parada El Entrego!!
Salimos del tren y lo primero que hicimos fue estirarnos porque estábamos cansados del viaje, que fueron 1 hora y 30 minutos.
Luego para salir de la estación tuvimos que pasar por un bar. Lo pasamos y seguimos caminando a las orillas del río Nalón. Era rocoso, poco profundo y el agua estaba muy limpia. Llevaba bastante corriente.
Seguimos caminando por las orillas del Nalón hasta llegar a un sitio, que nos tuvimos que meter, que era por el campo de fútbol para atajar y llegar al museo antes.
Cuando llegamos al Museo de la Minería, vimos un patio gigante, donde había unas máquinas de un tren, protegidas por una cerca. El edificio por fuera era muy grande y de forma circular. Detrás había una torre imitando un castillete minero.
Entramos y tuvimos que esperar para que nos dieran la entrada al museo. Nos dijo la señora que íbamos en el grupo número cinco para bajar a la mina. Cuando entramos dentro del museo, vimos cómo era por dentro: tenía dos pisos.
Empezamos por el piso de abajo. Lo primero vimos unas maquetas pequeñas metidas en vitrinas. Trataban de cómo se empezó a usar maquinaria en las minas, qué máquinas utilizaban. La que más me gustó fue la de las burras tirando de una manivela para sacar el carbón. Todas las máquinas que empleaban la fuerza de personas o de animales para sacar carbón y agua se llamaban “máquinas de sangre”.
Luego vimos otras máquinas dedicadas a meter aire para respirar dentro de las minas. Se movían gracias al agua. Había dos modelos en tamaño real.
Luego sonó por megafonía ¡¡ Grupo número cinco ir al ascensor para bajar a la mina!!
Fuimos al ascensor y allí nos esperaba un guía. Dijo que bajaríamos 600 m bajo tierra. El ascensor se llamaba jaula. Cuando íbamos a bajar sonó una campana y empezamos a bajar “rápidamente”, hasta llegar abajo. Cuando llegamos abajo otro grupo ya salía. Nosotros tuvimos que ponernos un casco cada uno. Claro, quien quiso, yo sí quise. A Dani y a mí, como llevábamos las linternas encendidas, el chaval nos las mandó apagar porque le molestaban.
Caminando por la mina el guía nos iba explicando lo que veíamos. En la mina están reconstruidos los distintos tipos de ramplas que puede haber en una mina. La primera era la más antigua. Es muy vertical, está sujeta por postes de madera y los mineros se subían a ellos. Nos asomamos desde abajo y vimos a un maniquí representando como se ponían los mineros para trabajar.
La segunda rampla era más inclinada. Se podía subir por escaleras y bajar por lo que era realmente la rampla, si querías. Maite, Dani y yo bajamos por la rampla, que es por donde bajaban los mineros. Pero en las minas auténticas la rampla es de tierra y rocas, y en cambio en el museo es de cemento. Los demás bajaron por las escaleras porque tenían miedo.
Vimos dos ramplas más pero yo no me acuerdo cómo eran. Seguimos caminando por la mina con cuidado de no tropezarnos con los carriles y vimos vagones y vagonetas. También vimos un poco de cómo sería la mina si se estuviera cayendo y terminó el paseo por la mina.
Luego el guía nos dijo que, como no habíamos trabajado nada, nos tocaba subir los 600 m que habíamos bajado, pero por las escaleras. Entonces vimos que en realidad habíamos bajado solamente 10 o 20 metros bajo la tierra. El guía nos dijo lo otro para que nos emocionáramos. Así que Tomás no paró de decirle ¡¡ mentiroso más que mentiroso!!
Descansamos un poco sentados y bebimos un poco.
Luego nos metimos en una máquina que se parecía a una rueda de un hámster, que funcionaba con nosotros dentro, haciéndola girar y mientras sacaba agua con una especie de cacharros. También es una máquina de sangre. Alba no subió porque tenía miedo.
Luego vimos una mula disecada, que estaba tirando de un vagón, lleno de carbón, porque era lo que utilizaron después de los niños para sacar el carbón.
Caminando, vimos la primera máquina de vapor que se inventó. La creó un inglés llamado Thomas Newcomen, y se llama “máquina de vapor atmosférica de Newcomen”. Servía para quemar carbón y con vapor mover un balancín. Y ese movimiento hacía sacar cualquier cosa de la mina. Vimos vídeos de esta máquina y de otras más.
Un poco más adelante vimos una máquina que gracias a ella se movían más máquinas de la planta de arriba.
Subimos a la planta de arriba y tenía tres sitios diferentes. Nosotros fuimos primero al sitio donde había explosivos. Vimos las máquinas que se movían gracias a la de abajo.
Luego fuimos a otra sección donde primero vimos que los mineros tenían que colgar la ropa del techo para que no se las comieran los ratones. Con la comida tenían que tener mucho cuidado, porque también se la comían los ratones y las mulas al pasar.
Después fuimos al sitio donde estaba representado un hospital antiguo. Primero vimos el vehículo de la brigada de salvamento. Lugo vimos enfermedades de mineros y de niños. El sarampión era uno de ellas. También vimos cómo eran los niños al nacer. Vimos los dentistas, una cama de operaciones y una cama donde dormían las personas. Pero hubo una parte que no pudimos ver porque estaba de reformas.
Cuando íbamos a bajar vimos las lámparas que utilizaban para bajar a las minas. Las de aceite, las de carburo y otras más.
Maite nos dejó ir un poco donde los explosivos y subimos arriba del todo. Dani se perdió y no sabía bajar.
Bajamos a la primera planta y fuimos al baño. Luego fuimos a la tienda, donde compré una baraja de cartas para mi abuela, un llavero con un hacha para mi padre, un tarro de oro para mi madre y un mineral para mí que se llama Aragonito Piña, de Marruecos.
Salimos fuera del museo. Ele nos hizo unas fotos de recuerdo.
Mientras que íbamos a la estación de R.E.N.F.E iban cantando Maite, Ele y Alba: “Santa Bárbara bendita…”
Mientras, íbamos caminando viendo el río Nalón. Tomás vio unos patos y nos los enseñó.
Cuando llegamos al bar lo cruzamos y nos pusimos a comer. Montamos en el tren de R.E.N.F.E y algunos se pusieron a comer lo que no les dio tiempo. Cuando acabamos, Tomás nos contó algunos chistes (que por cierto los cuenta muy bien) y luego Maite nos mandó leer lo que antes nos faltó por leer del carbón. En acabando, jugamos al juego de “un limón y medio limón”. Luego fuimos al baño.
Y de repente sonó ¡¡din, don, din, próxima parada la estación de Avilés!!
Llegamos y nos fuimos cada uno para su casa. Mi madre llevó a Dani y Alba, y Tomás se fue con su abuelo.
Me gustó mucho la visita al museo, pero me gustó más con diferencia la mina y la zona de los explosivos.
Me gustaría volver.
AUTOR: Diego Fernández Fernández.